
CUANDO EL ÉXITO ES LA MÁSCARA DE LA VERGÜENZA
Boris Cyrulnik escribe en su libro “Morirse de vergüenza” de qué modo el éxito puede ser la máscara de la vergüenza.
“… como la vergüenza no puede expresarse y no podemos vivir en otro lugar que no sea entre nuestros semejantes, tenemos que inventar algunas estrategias para salir de ella. La ambición es una excelente máscara de la vergüenza cuando el sujeto rebajado se torna orgulloso de su rebelión. “Creéis que soy despreciable, pues bien, ¡os demostraré quién soy realmente!”. Esta reacción compensatoria le da a la humildad fuerza para rehabilitarse. Pero en esta legítima defensa, la vergüenza sigue siendo la referencia. El avergonzado no se libera de su veneno, simplemente ha encontrado un contraveneno necesario y costoso. Ahora todos sus esfuerzos ya están consagrados a lograr el éxito que le permite representar una imagen victoriosa de sí mismo. Al hablar solamente de victorias, enmascara las derrotas que le envenenan en silencio. Detrás de la luz social se construyen las criptas donde susurran los fantasmas. El éxito no siempre es una prueba de felicidad, a menudo incluso es el beneficio secundario de un sufrimiento oculto. Por otra parte, los que inventaron la palabra “éxito” (del latín exitus, “salida”) entendieron muy bien que se trataba de librarse de la vergüenza, como un esclavo que compra su libertad. Tener éxito es hallar una vía de escape al sufrimiento, una salida cuando se está encerrado, encajado entre los raíles que obligan a la repetición. El muerto de vergüenza comprende de repente que podrá salirse haciendo exactamente lo contrario de lo que ha provocado su envenenamiento sentimental. En este caso el éxito es un combate y no una plenitud (…) El combate compensatorio contra la vergüenza es una legítima defensa, pero evidentemente no es una plenitud resiliente. “Los mecanismos de liberación exigen un trabajo en profundidad… para salir de la inhibición y redinamizar sus potencialidades creativas…”.